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Foto del escritorDAMG.

¿Quién soy?

Habitualmente respondo esta pregunta con mi nombre, pero no es hasta que vuelvo la mirada a mi mismo y frente al espejo, así como un ojo explorándose a sí mismo, hago esa pregunta y todo comienza a cobrar un sentido distinto.


Pensar que mi nombre, al cual accedo a través de mi memoria, es aquello que me hace ser hoy lo que soy, sería algo pobre en consistencia, aún cuando probablemente lo más consistente para una persona, durante toda su vida y el recuerdo restante después de su muerte, sea justamente eso: El nombre. A uno cuando muere se le escapa el “ser”, deja de “ser” para pasar solamente a estar, ser muerto se diferencia de estar muerto, y aún así, seguimos recordando el nombre de aquellos que yacen bajo la sombra eterna, de aquellos que ya no son, sino fueron. Si yo fuese mi nombre solamente, sería dependiente de aquel que lo pronuncia, no sería hasta que alguien llegue y lo pronuncie (me pronuncie) o me permita anunciarme, quizá yo mismo me habilite la posibilidad de pronunciar mi nombre, de ser, pero ¿cuántas veces uno suele pronunciar su nombre sin que se lo pidan?, entonces, si fuese mi nombre, necesito de alguien que me lo pregunte ¿Para qué existe el nombre?, ¿para quién?, ¿para limitar?, ¿hacer contrastes?, ¿diferenciar al otro de uno ó a uno del otro?; al final, uno hace uso de su propio nombre pocas veces, generalmente cuando otros lo preguntan; curiosamente solemos decir que el nombre es propio, personal, como si fuese posesión, aún cuando conocemos una basta cantidad de personas que responden a la misma sintaxis de letras. Sí creo poseer lo que soy, pero no lo encuentro en el nombre, en realidad esto es algo impuesto, ni siquiera escogido, electo por otros, de esta manera, ¿cómo yo puedo ser solo mi nombre? Yo -lo que sea que esto signifique- creo que tengo al menos una posibilidad de ser lo que yo quiera dentro de lo que pueda, entonces, ¿soy mis posibilidades? Quizá soy mis posibilidades y mis reacciones ante ellas, en todo caso, esto último, esta posibilidad de reacción ante mis posibilidades es algo que nace y se sostiene a la par: La posibilidad habilita la decisión, y esa decisión la tomo yo. Soy una serie de decisiones dirigidas por una conjunto de posibilidades, que también son mías, que soy yo, ¿qué soy yo?: Soy proyecto, posibilidad, un instante, el choque entre el pasado y el futuro, algo que no puede ser definido hasta que se detiene, hasta que hace nada, vacío, silencio, allí (o ahí) en ese momento me volveré absoluto, mientras tanto soy muchas cosas al mismo tiempo, soy persona, soy hermano, soy hijo, amante, enemigo y amigo, soy humano, un presente encasillado en un instante que solo puede vivirlo cuando lo recuerda, cuando ya pasó, o plenamente en la distracción cuando no se da cuenta que el tiempo sigue, cuando ni siquiera se da cuenta que está distraído. Soy el horizonte, o más bien, el camino en búsqueda de llegar al horizonte, al cual nunca podré llegar porque cuando doy un paso hacia él, se mueve, da un paso a la par del mío, avanza, se aleja, cambia; siendo así, ¿cómo puedo buscar definirme en absoluto, en concreto, si cada segundo que me acerco a la posibilidad que quiero, esta cambia? Quizá sirve para eso, para seguir caminando, avanzando, así pues, soy un constante cambio, crecimiento, una exploración absoluta, ¿cómo no sentirse perdido si el estado natural del explorador es, justamente, estar perdido? Espero en vida nunca llegar a ser algo en concreto, pobre del que se defina absoluto, de aquel se encuentre, pues habrá tomado el salvavidas en el mar de la búsqueda, habrá dejado de crecer, de explorar sus posibilidades, de ser.


DAMG 23a.

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